Sí empezó bien cabrón
Voy a decir algo que llevo pensando hace unas semanas y no había querido escribir para no atraer mala suerte: Entrando la quinta semana del año, creo que puedo decir con seguridad que empecé el 2023 bien cabrón. Corrijo, no es que crea que pueda decir, sí, sí empecé el 2023 bien cabrón.
Escribí en el último newsletter que desde que empezó el año me he permitido soñar. Redefinir mi concepto de éxito y prioridades, reconectarme con mis valores. Soñar despierto es una actividad a la que no le sacamos mucho tiempo porque la sociedad no la considera productiva. No podemos cobrarle a nadie el tiempo que invertimos en nosotros. Aún así, la emoción de lo posible me ha hecho sentir lo más productiva que he estado en meses.
No ha sido fácil, pero estoy trabajando en enamorarme de mi rutina, identificando qué tipo de cotidianeidad quiero tener. Suelo concentrarme en lo abstracto, lo macro, lo que no he logrado y lo imposible que parece alcanzarlo. No solo me frustro porque no he alcanzado todo lo que quiero, sino que también es muy fácil caer en el “cuando logre esto, mi vida será mejor”. Pero, si no disfrutamos el proceso, ¿qué tanto cambiaría nuestra vida cuando logremos lo que soñamos?
Algo que estoy aplicando para aprender a disfrutar el proceso, además de empezar a planear mi año conscientemente, ha sido aplicar la herramienta del collar de perlas de Phil Stutz. Según esta, cada ‘perla’ es una acción. Cada acción tiene el exacto mismo peso y, así como las perlas, cada acción es imperfecta. Nuestro único trabajo consiste en poner la siguiente perla. Entonces, el verdadero significado se obtiene a través de las pequeñas cosas.
Y así, soñando, buscando y encontrando la belleza en las pequeñas cosas, empecé el 2023 bien cabrón (diría que hasta mejor que Benito o la niña que se quedó sin celular).