Poeta chileno
Califación: 5/5 ★
Alejandro Zambra, 2020.
Páginas: 421.
“Hubiera sido mejor echarle la culpa a la poesía, pero habría sido mentira, porque ahí están esos poemas que acaba de leer, poemas que demuestran que la poesía sí sirve para algo, que las palabras duelen, vibran, curan, consuelan, repercuten, permanecen”.
Contemplé el vacío durante varios minutos apenas terminé de leer Poeta chileno de Alejandro Zambra. Bueno, confieso que lloraba mientras contemplaba el vacío. No es que el libro sea precisamente triste; de hecho, en momentos es bastante cómico, aunque está permeado de una nostalgia intrínseca desde el inicio. Lo que me conmovió fue la sensibilidad en la escritura de Zambra. Duré otro buen rato abrazando el libro porque no quería despedirme de él. Solo los grandes libros te dan una sensación de melancolía al haberlos terminado.
Esta es una novela de poetas que detestan las novelas. Cuenta la historia de Gonzalo y Vicente, padrastro e hijastro, unidos quizás irreparablemente por su amor a la poesía. Mientras en la novela los poetas discuten el estado de la poesía, el narrador explora temas universales como la paternidad, la identidad, el amor y la pérdida. La cultura poética chilena es un personaje secundario que ayuda a explorar el mundo de la literatura y su impacto en la vida de sus personajes. Zambra nos lleva a reflexionar sobre lo qué realmente significa ser padre o madre, el sesgo de las emociones humanas, el paso del tiempo y cómo las experiencias de vida nos forman, a veces en contra de nuestra voluntad.
La novela me cautivó desde sus primeras líneas:
“Era el tiempo de las madres aprensivas, de los padres taciturnos y de los corpulentos hermanos mayores, pero también era el tiempo de las frazadas, de las mantas y de los ponchos, así que a nadie le extrañaba que cada tarde Carla y Gonzalo pasaran dos o tres horas en el sofá cubiertos por un soberbio poncho rojo de lana chilota, que en el gélido invierno de 1991 parecía un producto de primera necesidad.”
El narrador es como un amigo bastante elocuente que te cuenta una historia incapaz de resistir, que te mantiene absorta durante horas de sobremesa. Es empático y mordaz, introspectivo y cómico. Cede gran parte de sus observaciones a los personajes, porque en la novela también reina el diálogo directo, pero siempre vuelve con observaciones fulminantes.
Tengo un cariño especial por los libros que hablan de libros, donde es palpable el amor, e incluso respeto y humildad, de su autor por la literatura. Es fascinante perderse en las palabras de Zambra y lograr entrar en su mundo. Recordé lecturas propias, clases de literatura y añadí varios libros a mi lista, incluyendo algunos de poesía chilena, claro está.
Poeta chileno tocó fibras en mi corazón. Lo subrayé entero y lo llené de post-its. Ya siento nostalgia de haberlo terminado. Sin duda será uno de mis libros favoritos del año y sé que volveré a él.
Un pequeño chisme literario: Mientras Zambra escribía este libro de lo que significa ser padrastro, se convertía en padre biológico de su hijo Silvestre. Al mismo tiempo, Jazmina Barrera, su esposa, escribía Linea Nigra, un libro bellísimo acerca de su propio proceso de embarazo y maternidad. Puedes encontrar mi reseña de Linea Nigra aquí.
“Es mejor escribir que no escribir. La poesía es subversiva porque te expone, te hace pedazos. Te atreves a desconfiar de ti mismo. Te atreves a desobedecer. Esa es la idea, desobedecerles a todos. Desobedecerte a ti mismo, eso es lo más importante. Es crucial. Yo no sé si me gustan mis poemas, pero sé que si no los hubiera escrito sería más tonto, más inútil, más individualista. Los publico porque están vivos. No sé si son buenos, pero merecen vivir”.