Americanah

Un poco de aquí y de allá, pero más de allá que de aquí.

Hoy terminé esta novela de una de mis autoras favoritas y me hizo reflexionar acerca de la noción de migración. Hace casi dos años me mudé a Nueva York y me volví una inmigrante más de la jungla de concreto que contiene 8 millones de historias. Nueva York me cambió de una forma que todavía no estoy preparada para plasmar por escrito. Pero mudarme a este melting pot cultural, vivir en una zona mayoritariamente blanca y ser la única en la oficina sin pasaporte azul me hacen sentir que no estoy del todo aquí, pero ahora tampoco allá.

Confieso que ahora oigo muchísimo más reggaeton y música en español que cuando vivía en Colombia, porque nada me da más miedo que olvidar mis raíces. Nunca me había emocionado tanto por un Bon Bon Bum que cuando lo encontré en Queens o por un shot de guaro que cuando me lo ofrecieron en Soho (obviamente, a un precio exorbitante).

Cuando vivía en Bogotá me esforzaba tanto por no perder el acento barranquillero, porque sentía que adoptar otro acento o incluso expresiones de fuera me harían perder mi identidad. Me harían olvidar de dónde vengo. Sí, hasta el día de hoy me rehuso a dejar de decir plumero o pudín, pero esta novela me hizo dar cuenta de que en inglés sí trato de neutralizar mi acento lo más posible. Para sentir que pertenezco, me he atrapado diciendo “bye bye” al colgar o usando expresiones sin sentido como “I’m down” para decir que voy pa esa (no, no me escapa la ironía de que para mí una no tiene sentido y la otra está cargada de significado).

Pero siempre estará la persona que te empieza a hablar más lento en inglés, pensando que solo así vas a poder entenderlo. Y ahí te das cuenta de que tus esfuerzos son en vano. No estás adentro. Sigues siendo un “non-resident alien”. Te ríes con “jota”. Ahora es cuando pienso en que somos pocos los afortunados que sabemos que las mariposas amarillas son más que eso, están repletas de esperanza, que J Balvin se inventó el arcoíris, que la salsa se come pero también se baila y que ‘Andrés’ es probablemente el lugar más feliz del mundo (lo siento, Disney). Soy de allá pero ahora también soy un poco de aquí, y eso está bien.

Anterior
Anterior

¿Para qué?

Siguiente
Siguiente

Rumia