Is it better to speak or to die?

Siempre he considerado que soy una persona directa, pero a la vez en exceso reservada. Por lo que me propuse hace un tiempo ser honesta conmigo misma e (intentar) no vivir por el qué dirán.
Soy una persona que cringe en exceso (no me regañen por el Spanglish, así soy) cada vez que algo me da pena ajena. Me di cuenta de que por lo mismo, por pena, duré mucho tiempo viviendo mi vida pasivamente. Si pudiera ilustrarlo, sería como estar sentada cómodamente en un sofá mirando por la ventana; pensando que el mirar es suficiente.

Llegaron unos incidentes que me hicieron dar cuenta el porqué la vida no vale la pena si no le mostramos al mundo quiénes somos. Por ejemplo, cuando una madrugada hace un par de meses y, sin plena capacidad de mis facultades mentales o físicas, se me cayó el celular por el hueco del ascensor. Mi travesía tratando de recuperar el celular quedó en video y los porteros del edificio me vieron tratando de abrir puertas estilo McGyver. Creo que todos conocen esta historia pero, en vez de callarla por los siglos de los siglos, decidí inmortalizarla en Twitter porque creo que a muchos nos hace falta saber que no somos los únicos que pasamos pena ajena (y ya saben que por este lado me sobran historias). Después llega esta pandemia que me hace sacar mi Albert Camus interno y pensar que tal vez sea cierto que esta vida no tiene sentido y solo nos queda aceptar este hecho para vivir libre y plenamente.

Entonces, me propuse dejar la pena y la incomodidad del momento para quedar con la tranquilidad de saber que dije lo que sentía. Aclaro: no estoy diciendo que todo me ha salido bien después de este exceso de honestidad. Y, a veces, el tener discursos recurrentes solo hace que se vacíen de significado (ese ya es otro tema, pero: son datos, hay que darlos). Pero esto me ha permitido dejar las cosas claras y no quedarme pensando en el “what if”. Claramente no tengo la respuesta a todos los males, pero lo que sí aconsejo es hablar, decir, contar, escribir. No quedarte con nada más que la tranquilidad de que ejerciste tu derecho a la libre expresión (abogada ante todo) y dijiste lo que tenías que decir.

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