It’s a Sign of the Times
Pocas cosas me parecen más significativas que el poder de la mirada. Víctor Hugo escribió en Los miserables que esta es la única forma como puede iniciar el amor. Un intercambio de miradas detuvo las leyes de la física e irrumpió en las vidas de Cosette y Marius para que estos se enamoraran. “Andaban sin buscarse, pero sabiendo que andaban para encontrarse”.
No sé qué pensaría Víctor Hugo del concepto de dating en el nuevo milenio. Hoy, el hechizo de la mirada termina cuando la intimidad anuncia su llegada.
Nuestro cinismo es tal que si algo nos parece demasiado bueno, es porque tiene que serlo. No confiamos en el proceso. Pasamos la vida esperando que algo malo pase, hasta que tal vez inconscientemente llevamos a que este desenlace que siempre nos imaginábamos, suceda.
Con la llegada de la intimidad, buscamos una salida. Un escape. No nos permitimos fluir porque nos hemos entrenado a mantener la guardia arriba. Estamos siempre prestos a escapar del conflicto, buscando protegernos ante cualquier vulnerabilidad. Survival of the fittest at its best. Entonces, un día alguno de los dos parece despertarse y olvidar todas esas promesas vacías que se hicieron.
Sí, he sido partícipe consciente de este juego, pero hoy me rehuso a creer que este tiene que ser el desenlace natural. He leído demasiadas novelas del siglo XIX como para negar que soy un true romantic at heart (así muchos de mis amigos se sorprendan). En el 2020, y en Nueva York para colmo de males, soy de esas personas que cree y siempre creerá en el poder de la mirada.