Mi experiencia journaling

Empecé a journal hace como dos años. Al principio, sentía una combinación de intimidación mezclado con un leve cringe por el retorno al “querido diario” de mi adolescencia. Compré un cuaderno de cuero que se viera serio para que no me diera tanto cringe escribir en él (hoy por hoy no me tomo tan en serio y escribiría quizás más feliz en un cuaderno rosado con escarcha). La primera vez que escribí en este cuaderno no sabía cómo empezar a llenar la página en blanco. ¿Será que tenía que saludar al cuaderno, presentarme o al menos escribir buenaaas?

Quería todo menos empezar a escribir, por lo que me limité a escribir la fecha en el margen superior derecho. Después de sostener el plumero en mi mano unos minutos, empecé a desahogarme con el papel, como si estuviera mandándole una nota de voz de WhatsApp a mi mejor amiga. Me di cuenta de que, a diferencia de las notas de voz, aquí podía hablar de más, nadie me oiría en 2X y no tendría que estar viendo el celular hasta que me llegara la notificación de la respuesta tan esperada.

Poco a poco, fui escribiendo a modo flujo de conciencia, simplemente plasmando mis pensamientos, viendo cómo saltaban de un lugar a otro y me llevaban a lugares antes impensables, sitios por descubrir. Empecé a encontrar entre líneas las respuestas a las preguntas que temía hacer en voz alta. Más adelante, no solo empecé a desahogarme con el papel, sino que empecé a relatarle mis sueños monumentales, mis miedos más irracionales e, incluso, comencé a replantearme las metas que pensé que tenía tan claras. Comencé a replantearme a mí misma.

Hoy escribo acerca de mis derrotas, mis momentos de trágame tierra, las personas y cosas por las que doy gracias todos los días (Catsby, siempre Catsby), los pequeños grandes momentos y las instancias que jamás quisiera olvidar (me encanta volver a estos en días oscuros). De vez en cuando, releo todos estos momentos porque, para una persona que tiende a overthink, me ayudan a poner mis circunstancias actuales en perspectiva. La enseñanza más grande que me ha dejado el journaling es que, en medio de estos breves momentos de silencio y contemplación, he podido conocerme mejor. Y qué mejor que esto.

Anterior
Anterior

Mil veces sí

Siguiente
Siguiente

El ruido de las cosas sin nombrar