Soy una planta
Mis amigas y yo decimos todo el tiempo que somos plantas. Nos sentimos a la merced del clima, específicamente el sol, para decidir nuestro ánimo. Cuando el sol está radiante, usualmente nos despertamos felices, repletas de energía. Cuando el día está gris, nos sentimos inciertas, temperamentales. Más conscientes de la temporalidad de la vida humana. Los días nublados nos hacen dar cuenta de nuestra frágil existencia en el mundo. Nos hace notar lo propensas que somos a cambios que no tienen nada que ver con nosotras mismas.
Hoy amaneció nublado, gris. Como si el sol hubiera ignorado la alarma y decidiera seguir durmiendo. Dijo que estaba muy cansado para perseguir a la luna que jamás podría alcanzar. Borges una vez dijo que el azar no existe, que el azar es “nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad”. No sería yo si no creyera en el poder de la causalidad y las coincidencias. Entonces, yo amanecí nublada, gris. Es difícil de poner en palabras, pues “no me pasa nada”. Los escépticos dirán que es un caso de “blue Mondays”, que el sol no tiene nada que ver con mi estado de ánimo. Mis circunstancias no han cambiado materialmente desde ayer, que tuve un día extremadamente especial en la playa. No aconteció nada que pudiera cambiar mi estado de ánimo. Simplemente, el sol no se despertó por completo hoy.
Los días en los que me pasa esto, le suelo pelear a mi estado de ánimo. Siento que puedo “hack” mi cuerpo para automáticamente sentirme mejor. Me vuelvo la reina del autocuidado: oigo música alegre, hablo con mi mamá, escribo, tomo pausas activas durante el día, leo. Por último, le echo agua a mis plantas, aquellas que entienden perfectamente lo que me pasa. Las que no requieren ninguna explicación, las que con sus hojas me cuentan que necesitan un poco más de afecto. A veces alguna de estas estrategias funciona y puedo burlar el clima, imaginar el arcoíris.
El problema es cuando las estrategias no funcionan. Tenemos una obsesión con sentirnos bien todo el tiempo, tanto así que mi forma más fácil de explicar cuando esto me pasa, cuando no conecto con mi alrededor, es decir que soy una planta. Hasta hace poco, cuando estas estrategias de autocuidado no me funcionaban, me frustraba. Hoy, después de haber trabajado mucho en mí misma, de hablarlo con mi psicóloga y amigas, incluso después de haber comprado y cuidado muchísimas plantas, he aprendido a escuchar a mi cuerpo. A aceptar que, como el sol y las plantas, no todos los días tengo que despertarme radiante. Aceptar que en los días nublados mi cuerpo me pide un poco más de amor y cuidado, de ir lento y de saborear las pequeñas cosas. Pero, sobretodo, entender que incluso los días nublados pueden traer atardeceres bellísimos.