The Sympathizer

“La narración disputa el orden de las cosas. El silencio lo confirma”. -Carlos Fuentes

Hay veces que al terminar un libro te sumerges en un vacío existencial dentro del cual el pasar del tiempo pareciera no tener sentido. Si alguien te observara, pudiera notar tu mirada nublarse, como si no pudieras darte cuenta de lo que pasa a tu alrededor. Pasan segundos, minutos, el tiempo que sea necesario, hasta que el brillo de tus ojos regresa. Empiezas a espabilar más de lo habitual porque hay algo que no comprendes. ¿Cómo es posible que internamente sientas que todo ha cambiado, pero por fuera las cosas permanecen iguales? Tu gato sigue durmiendo junto a tus pies, tu taza de té sigue donde la dejaste olvidada hace horas, tus matas siguen pidiendo que por favor les eches agua. Sientes como si tu mente estuviera llegando al final de una maratón y, en ese momento cuando más necesitas las palabras de aliento del autor, te lanzan al vacío. Eventualmente este sentimiento pasará, pero quedará el recuerdo que produce un gran libro.

Si me preguntan por qué leo, diría que es esta la razón. Busco ese reader’s high que produce el encontrarte con un buen autor.

No es mi intención escribir una reseña de The Sympathizer, pero quiero recomendarlo porque es de los mejores libros que he leído últimamente. Encontrar un autor que cuide tanto sus palabras me hace creer en el poder de la literatura. La literatura nos abre camino a mundos posibles que se salen del discurso mayoritario; mundos posibles que si no se escribieran serían olvidados. Más que una forma de escape, la literatura tiene la capacidad de representar a los irrepresentables.

Así, Viet Thanh Nguyen nos demuestra el peligro de la única historia, de la historia oficial, la que sigue el discurso hegemónico y generalmente es escrita por los vencedores. Libros como este, cruciales para la época en la que vivimos, irrumpen en nuestra comodidad y nos obligan a desaprender lo aprendido, a ver todo con una mirada crítica. Pero, sobretodo, buscan provocar al lector para que no tome una actitud de mero ‘simpatizador’, quien se conmueve con una causa pero no hace nada para disputar el orden de las cosas, y llevarlo a actuar.

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