Todo se transforma
Nada se pierde, todo se transforma.
La cuarentena ha hecho que mi gut feeling en el que tanto confiaba, ese instinto que sin lógica o razón me decía cómo algo me debía hacer sentir para después actuar conforme a ese sentimiento, se viera completamente comprometido. Es por esto que me he tomado estas últimas semanas (o tal vez días, ya ni sé) para actuar conforme a cómo me siento. Sin filtro y sin pensarlo mucho.
La incertidumbre tan grande que viene con la pandemia me ha hecho difícil saber si algo me conviene o no. Siempre he intentado controlar todo outcome en mi vida. Tradicionalmente tomaba decisiones pensando en un fin claramente definido con anterioridad, con si acaso una ilusión de espontaneidad.
El no saber, el habitar el vacío, me ha causado bastantes frustraciones estos últimos dos meses, hasta que me puse a pensar que tal vez mi instinto está un poco off, no porque la vida haya cambiado realmente, sino porque lo que ahora considero verdaderamente importante es distinto. Mis sueños han mutado para devolverse a lo simple, a aquellas pequeñas cosas que antes tomaba por sentado.
Como ahora mismo no sabemos qué pueda pasar mañana, en un mes o en un año, he empezado a actuar pensando en qué me hace feliz ahora (y sí, mis amigas saben que esta se ha vuelto mi excusa para justificar muchas de mis acciones ahora mismo). No sé si este sea un buen o mal consejo, actualmente soy el guinea pig de mis propias acciones, pero la cuarentena ha hecho que abandone cualquier ilusión de control para vivir un poco más intuitivamente y hasta quizás de una forma un poco egoísta, buscando lo que me llene y renunciando a aquellas cosas o personas que no me aportan.